Terrence Malick nuevamente deja su marca de fábrica de la manera que siempre lo hace: a su estilo y nada más.
Rick es un guionista que reside en Los Angeles, California. Tiene una vida lujosa pero vacía. A lo largo del camino debatirá sobre el vacío en su rutina, los golpes del pasado y su interacción con el resto.
Hablar de la capacidad que tiene Malick con la fotografía en sus películas sería redundante. Ese dinamismo que vimos en Un nuevo mundo y El árbol de la vida se replica en Knight of cups. Aquel movimiento de cámara constante y los cortes repentinos también van de la mano con la clásica narración en su filmografía. Si con Badlands, Malick alcanzaba relatar la historia a manera de cuento, pues en sus últimas obras estas alcanzan el tinte poético.
Hay que añadir, también, un uso interesante y muy bien aplicado del sonido. No por nada la película advierte antes de empezar que es importante escuchar la película con volumen alto. Y es que el largometraje juega con dos planos de banda sonora que, tal vez complemente o tal vez aporte al sentido onírico de la película.
Hay que tener en cuenta que, así como las últimas producciones de Malick, Knight of cups es sumamente contemplativo. Se debe alabar la capacidad del director por convertir cada elemento formal en poesía. Sin embargo, este puede convertirse en un arma de doble filo. No solo por una audiencia que, quizá, no esté acostumbrado, sino también por la superficialidad de la historia. Debo admitir que no soy fan de Malick y encuentro sus películas tediosas. Más que una experiencia majestuosa, considero ver sus películas como algo fuera de la rutina. La historia pareciera retratar la insuficiencia de la vida misma; pero, a modo personal, no creo que lo consigue plasmar a la perfección. Insisto, esto ya es una cuestión mía.
En resumen, Knight of Cups es una experiencia sensorial de aquellas que rara vez se encuentran. Terrence Malick nos brinda nuevamente su visión, sus elementos formales, su rutina. Y eso queda a libre interpretación de cada quien.
Trailer: