Reseña al paso: Rogue One: A Star Wars Story

Star Wars gira de rumbo, se orienta a una temática que ha explorado poco y que, contradictoriamente, es el eje de la saga: la guerra.

Años después de la consolidación del imperio, un grupo de rebeldes deberá robar los planos de un arma de destrucción masiva capaz de acabar con planetas enteros.

El primer acto de Rogue One luce pausado. Desde las primeras escenas, Gareth Edwards nos recuerda su afán de lo contemplativo, de lo frío, hasta de lo insípido. No es que se trate de un defecto, pero para la película, creo yo, no le funciona a la perfección. Desde un inicio, Edwards nos da a entender que estamos viendo una suya. No solo por la temática, sino también por una cuestión de tratamiento. Esta dirección tendrá su ambivalencia al alternar entre la visión de Edwards y la manera de contar una historia tradicional. Como si hubiera un miedo por cruzar la línea de lo innovador, pero al mismo tiempo se pisara deliberadamente esa zona dividida. ¿Será esto el resultado de las grabaciones extras después del rodaje principal? Nunca lo sabremos con exactitud.

Cuando la película empieza a desarrollarse y vemos más del crew entero es cuando se arranca con fuerza. Rogue One tiene buenas actuaciones y personajes variados. Algunos resaltan más que otros, siendo Chirrut Imwe (Donnie Yen) y K-2SO (Alan Tudyk) los que enganchan y encariñan al público.

No obstante, el problema con los personajes es su superficialidad. No basta con saber sobre sus motivaciones, es importante dejarlos bien definidos; algo que el guión no consigue plenamente. Los veremos mucho en pantalla pero no los conocemos tan bien. No es una cuestión de mal desarrollo sino de una carencia de establecimiento. Hasta los individuos más carismáticos en la historia dudo que lleguen a ser tan emblemáticos como otros personajes en la saga.

Las escenas de acción están bien armadas, no todas las secuencias contienen una explotación de adrenalina (cosa que, si lo hace, atina muy bien), algunas se condensan bien por bloques. El tercer acto sabe desarrollar bien el suspenso de manera ordenada y efectiva.

La propuesta sonora parece estar bien influenciada en el estilo de Edwards. Así como hay una frialdad en sus encuadres y escenas, la falta de banda sonora nos sugiere que la atención está en los personajes. Nuevamente, esta cuestión no es un defecto pero para Star Wars se trata de una innovación extraña.

Rogue One no deja de lado el género épico que lo caracterizó A New Hope y que se reforzó en The Force Awakens, pero decide conservar algunos pequeños elementos y contar su propia historia bélica y de espionaje; algo que hemos visto por fragmentos en entregas anteriores pero que ahora se convierte en casi un eje principal. Y ahí se encuentra la interesante: la variedad de historias que pueden explotarse en este universo.

Michael Giacchino compone la banda sonora que será simpática más no memorable. Pareciera que la música queda hasta en un tercer plano, mientras que prima una fotografía bien compuesta.

Si la intertextualidad en la última película se empleaba para desarrollar la narrativa, pues aquí tiene un carácter más nostálgico. Y no es ni bueno ni malo, simplemente está ahí para el que vió y, sobretodo, se encariñó con la saga. Eso sí, la secuencia final es emotiva para los fanáticos; todo un fan service que sacará más de una sonrisa o una lágrima de emoción y que hará perdonar algunos errores de timing durante la película.

En resumen, Rogue One es una propuesta distinta e interesante para el universo de Star Wars. Del mismo modo que Fantastic Beasts nos invita a explorar un mundo que se expande más allá de las aventuras de Harry Potter, Rogue One nos sugiere que hasta los más mínimos detalles narrados superficialmente en entregas anteriores tienen mucho por contar. La visión de Gareth Edwards no es desalentadora; más bien, nos propone experimentar la saga de diversas perspectivas.

Trailer: